Nini Cavin no se dedicaba
precisamente a la pintura, ya que después de estudiar secretariado de Direccion
y pasar un año en Londres, trabajo algunos años en Paris, en el sector de
patentes y marcas.
En 1976 a los 25 años, cambia
radicalmente de vida y de region. Con Claude, su marido, Nini apuestan por
instalarse en los Pirineos Centrales como ceramistas.
Paralelamente, en 1984, comienza
a pintar, siempre en estilo naïf.
Tras haber participado muchos
años seguidos en exposiciones colectivas en el Sur de Francia, se integra en la gran familia de los Naïfs, exponiendo
pinturas y ceramicas en los festivales dedicados a este arte.
Participa con la obra "Un Domingo en Santander".
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